En la Catedral de León encontramos algunas de las vidrieras más fantásticas que tenemos en este país, realizadas en tres etapas diferentes, en periodo gótico, entre los siglos XIII y XV (este primer periodo coincide con el reinado de Alfonso X el Sabio), el segundo periodo es a mitad del siglo XVI en pleno renacimiento, y teminada en el siglo XIX ya en periodo neogótico.
Todas las vidrieras de esta catedral se han realizado aunque sea en diferentes etapas mediante las mismas técnicas medievales. Los materiales básicos de las vidrieras eran el vidrio y el plomo.
El primer paso consiste en que el pintor realizaba un dibujo preparatorio a una escala más pequeña para luego trasladarla a otro material como tela, cartón o papel con las mismas dimensiones que la vidriera a realizar. Estas piezas se cortaban mediante puntas de hierro incandescentes o más adelante (a partir del siglo XV) con punta de diamante.
La pintura en las vidrieras se obtenía mediante el uso de vidrios de colores mezclando sustancias colorantes con pasta vítrea fundida, aunque también se podía hacer con la yuxtaposición de diferentes vidrios.Después se añadía pintura a las vidrieras mediante el método de la «grisalla», añadiendo la coloración (en la superficie) de una manera muy laboriosa para finalmente volver a cocer las piezas a una temperatura algo más baja que la de la fundición para que se adhieran los «pigmentos».
Ya enfriado se pasaría al paso final, se introducían en listeles de plomo soldados entre sí con estaño y ya se insertaban en el bastidor de hierro para colocarse en el vano de la ventana.