Hace ya más de 6000 años que antiguas civilizaciones mesopotámicas utilizaban ya un tipo de cúpula muy sencilla para la construcción de sus humildes cabañas. También en Oriente Próximo, la India y regiones a orillas del mediterráneo. Pero no fue hasta la llegada del imperio romano cuando la cúpula evolucionaría tal y como la conocemos hoy en día, ligada también a la mejora de las cualidades de otro preciado material en la construcción, el hormigón, con el ejemplo que todos conocemos como estandarte de este elemento arquitectónico, «el Panteón de Roma».
Después de los romanos, fueron los bizantinos los encargados de seguir con este elemento arquitectónico que crea grandes espacios amplios y diáfanos como vemos en Santa Sofía.
Durante la Edad Media, se perdió levemente para dar paso a algo que lo substituiría hasta el renacimiento en muchas iglesias y catedrales, el cimborrio.
En el renacimiento se volverá a recuperar la cúpula, de la mano de Brunelleschi veremos la majestuosa cabecera de la catedral de Santa María de Fiori cubiera con una fantástica cúpula.
A lo largo de la historia distintas culturas y civilizaciones harán gran honor a la cúpula, como el del fascinante Taj Mahal, las iglesias ortodoxas rusas con cúpulas bulbosas, o en el siglo XX con el avance de nuevos materiales la cúpula geodésica que construyó Richard Buckminster Fuller en la exposición universal de Montreal en el 1967.