En el año 1119 casi al final del románico se funda en la borgoña francesa la Abadía de Fontenay simultáneamente con la de Claraval II, ambas son las primeras en ser construidas en piedra y tienen mucha importancia ya que servirían como modelo para la gran expansión cisterciense de los dos siglos posteriores en toda Europa.
Las abadías cistercienses eran un claro ejemplo de la nueva espiritualidad de los monjes en que predicaban y daban ejemplo de autosuficiencia en su día a día, gracias a que dentro de la abadía tenían panadería, herrería, dormitorio claustro, refectorio, iglesia, etc.
Es una arquitectura caracterizada por la simplicidad y la austeridad, en que la iglesia forma el eje central de todo el conjunto, junto con el claustro y las dependencias de los monjes. Los pilares son sobrios y los capiteles vegetales pero muy esquemáticos, las cubiertas son de bóveda de cañón pero comienzan a evolucionar y a encaminarse hacia el gótico, apareciendo la bóveda ojival o de arco apuntado.