En la XVIII Dinastía del Antiguo Egipto surgió un faraón que revolucionó las creencias y rompió con el tipo de representaciones artísticas que había habido hasta el momento.
Akhenatón o Amenofis IV, esposo de Nefertiti y padre del famoso Tutankamon, fue el autor de la «revolución amarniana», trasladó la capital de imperio a Tell el-Amarna, en donde construyó la ciudad de Ajetatón en honor a su creencia a un único dios Atón, algo novedoso en la religión egipcia ya que siempre había sido politeísta.
Hizo grandes cambios en las representaciones de pintura y escultura, pasó del hieratismo monumental al naturalismo, y se comenzaba a ver al faraón y a su familia en momentos y escenas cotidianas, por primera vez se ven semidesnudos, sin alterar ni idealizar sus cuerpos.
Hablamos de un momento que hubieron grandes cambios, una familia en que padre, mujer e hijo son imprescindibles en la historia de Egipto, pero que por desgracia cuando murió Amenofis IV todo volvió a ser como en dinastías anteriores, y como paso con otros faraones Horemheb destruyó sistemáticamente todo lo relacionado con Akhenatón y su familia, para representar una supuesta continuidad a partir de Amenhotep III.